#jesuisZapata? Ah, no.

Érase que se era un editor de veintipocos haciendo prácticas en una televisión local de una ciudad no muy grande de un territorio no muy grande. Érase que se era la historia de siempre: contrato (?¿) de becario, muchísimas horas extra. Érase esto en la primavera de 2003, con elecciones municipales a fuego en aquella pequeña televisión local de aquella ciudad no grande en aquel territorio no grande. La mesa de edición del becario era la última antes de entrar a plató. Por el plató pasaron todos los candidatos (plural masculino porque así eran sin excepción) a alcaldes de la ciudad no grande. Y todos, como si se hubieran puesto de acuerdo previamente, contaban un chiste al editor en prácticas antes de entrar a la entrevista en falso directo. El editor en prácticas volvía cada noche a su casa y contaba el chiste del día. El chiste que contaba el candidato A, y el candidato B y el candidato C. Era 2003, y en la televisión local de la ciudad no grande no se daba voz a más candidatos. Si bien los chistes del candidato A y del candidato B le parecieron sin gracia y previsibles, el chiste del candidato C le pilló desprevenido, lo que no quiere decir que le hiciera gracia alguna. El candidato C le contó un chiste que buscaba parecido entre las mujeres y el parqué. Sí, ese chiste. El chico en prácticas no daba crédito y cuando el chico en prácticas llegó a su casa y contó lo que le había pasado quienes le oyeron tampoco dieron crédito. Pero fue así. El candidato C, en campaña electoral, buscaba  con la complicidad del chaval de la tele con un chiste en el que se decía que tanto al parqué como a las mujeres había que acuchillarlos cada 20 años.
En 2003 había blogs. No recuerdo si había si quiera fotologs. Había una red social con poco usuarios llamada orkut y el messenger de nuestros amores y  desvelos. No había mucha manera de dejar constancia por escrito de las ocurrencias. Las ocurrencias, en 2003, tendía a llevárselas el aire. 
Hoy tuiteamos antes de asegurar la ocurrencia. El verbo nos ha pasado a los dedos y ahí vamos. Todo queda escrito. Queda escrito también el contexto de lo escrito, pero hay que buscarlo. Y no conviene que el contexto de algo arruine un fabuloso titular. Menos, un interesado titular. 
El contexto de los tuits de Guillermo Zapata empieza a contarlo muy bien Albert Monteys. También hace muy bien el fade out de la explicación porque plasma muy bien el interés que tiene según qué contexto según para qué interlocutor.
El contexto es esa estrategia que quiere ocultar nuestra máculas. El contexto no importa. Salvo que hablemos, por ejemplo, de violencia machista y nombres públicos, porque entonces todas las implicaciones, explícitas e implícitas, sí que sin importantes. 

Tampoco parece que nos importe que durante años la televisión pública emitiera programas de humor cuyo éxito se centraba en los chistes xenófobos y clasistas. Ah, no hablemos en pasado, que Los Morancos han vuelto a TVE. 

Queremos políticos con un sentido del humor inmaculado (dijimos que nos sudaba el himen el contexto, ¿no?), ahora que nos acordamos. Un sentido del humor blanquito, y misa de doce los domingos. Las formas, por favor, no perdamos las formas. 
Porque, como tuitea gerardo tecé, de derechos sociales vamos bien. 

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